El Primer Ministro de Líbano, Hassan Daib, renunció tras la explosión de la semana pasada en el puerto de Beirut ocasionada por aparente negligencia, que causó una extensa destrucción, mató por lo menos a 160 personas y lesionó a otras 6 mil.
Esto, después de días de manifestaciones durante el fin de semana que vieron enfrentamientos con las fuerzas de seguridad que lanzaron gases lacrimógenos contra los manifestantes.
“Declaro hoy la renuncia de este Gobierno. Que Dios proteja al Líbano”, dijo el Premier.
El Presidente del Líbano, Michel Aoun, aceptó la renuncia del Gobierno presentada hoy por el Primer Ministro y le pidió que siga en funciones hasta la formación de un nuevo Ejecutivo.
“El Presidente Aoun dio las gracias a Diab y a los ministros y les pidió que siguieran desempeñando sus funciones hasta que se forme un nuevo Gobierno”, indicó la Presidencia libanesa en su cuenta oficial de la red social Twitter.
El momento representa el dilema político que vive Líbano. Desde octubre, ha habido enormes manifestaciones para exigir la salida de todo el liderazgo basado en sectarismo por la arraigada corrupción, incompetencia y mala administración.
Sin embargo, la oligarquía gobernante se ha mantenido en el poder durante tanto tiempo-desde que terminó la guerra civil en 1990-que es difícil encontrar una figura política creíble sin vínculos con ellos.
El Gobierno de Diab fue formado después de que su predecesor, Saad Hariri, renunciara en octubre en respuesta a las manifestaciones. Pasaron meses de disputas entre las facciones de liderazgo antes de que escogieran a Diab.
Su Gobierno, que recibió apoyo del grupo armado Hezbollah y sus aliados y era considerado unilateral, básicamente estuvo condenado desde el inicio, cuando recibió la tarea de cumplir demandas para reformas compuestas por todas las facciones que los reformistas quieren expulsar.
“Espero que el periodo provisional no sea largo porque el país no puede soportarlo. Esperemos que un nuevo Gobierno se forme rápidamente”, dijo el Ministro de Obras Públicas Michel Najjar a la prensa. “Un Gobierno efectivo es lo menos que necesitamos para salir de esta crisis”.
Horas antes, el Ministro de Salud, Hamad Hassan, dijo a periodistas que todo el Gabinete había renunciado.
La explosión masiva del 4 de agosto, que devastó gran parte de la ciudad, provocó una nueva ola de indignación pública contra el Gobierno y la clase dominante libanesa.
Las protestas se planearon frente a la sede del Gobierno para coincidir con la reunión del gabinete después de grandes manifestaciones durante el fin de semana que vieron enfrentamientos con las fuerzas de seguridad que lanzaron gases lacrimógenos contra los manifestantes.
Se cree que la explosión fue causada por un incendio que encendió una reserva de 2 mil 750 toneladas de nitrato de amonio explosivo. El material se había almacenado en el puerto desde 2013 con pocas salvaguardias a pesar de las numerosas advertencias del peligro.
El resultado fue un desastre que los libaneses culpan directamente a la corrupción y negligencia de sus líderes. La explosión mató al menos a 160 personas e hirió a unas 6 mil, además de destruir el principal puerto del país y dañar gran parte de la capital.
Se estima que las pérdidas por la explosión oscilan entre 10 mil y 15 mil millones de dólares, y casi 300 mil personas se quedaron sin hogar inmediatamente después.
Un juez libanés comenzó el lunes a interrogar a los jefes de las agencias de seguridad del país. El fiscal Ghassan El Khoury interrogó al general de división Tony Saliba, jefe de Seguridad del Estado, según la Agencia Nacional de Noticias estatal. No dio más detalles, pero está previsto que se interrogue a otros generales.