“Sucedió que una mañana, después de ayudar a unos peones de la hacienda a reconstruir el techo de una casa, regresé de improviso con mi ama. Ah, que escena tan cabrona la de ver a mi madre muerta de miedo, dando explicaciones a Don Agustín de por qué no podía llevarse a mi hermana, él por supuesto exigía el derecho a desvirgarla, con el permiso de su madre o a la fuerza o por la mala. Como venía de fueras corrí a la parte trasera de nuestra casa tan pobre, donde colgaba junto a las palas, el fusil, nomás porque mi mamacita no podía ver las armas en el mismo lugar donde dormía. Sin pensarlo, corté cartucho y entré como alma que lleva el diablo a apuntarle a Don Agustín en el meritito pie. Al momento se desplomó con la mano sobre la hebilla del cinturón; Martina se quedó salpicada de sangre, petrificada y sin poder emitir una palabra” Según el libro de Pedro Ángel Palou, No me dejen morir así, de esa manera empezó la vida de fugitivo de José Doroteo Arango Arámbula mejor conocido como Pancho Villa.
Casi a todos, alguna vez nos vistieron con sombrero, botas negras, pistola de juguete y carrilleras en el pecho, representando lo que ha sido una de las narrativas políticas más grandes, duraderas, interesantes y universales del siglo XX.
El héroe de los desprotegidos, el hombre que encabezó la mayor fuerza revolucionaria en América Latina, Pancho Villa representó el sueño de la lucha contra el más fuerte, del que se levanta en armas contra el invasor y contra el rico en defensa de sus hermanos más pobres.
Hoy, a poco más de 94 años de su muerte (20 de Julio del 1923), ya no encontramos a hombres o mujeres con convicciones tan arraigadas capaces de cambiar el rumbo de una nación, o si los hay, poco se sabe de ellos.
Durante los años que el General Villa estuvo al frente, se escuchaban historias y leyendas de sus hazañas; los pueblos estaban ansiosos de pelear al lado del “Centauro del Norte” hombre que luchaba por la libertad de los mexicanos, fue protagonista en una revolución que dejó un ordenamiento público y sentó las bases de lo que hoy es la democracia en nuestro país.
Hoy en día, nuestra sociedad necesita hombres y mujeres capaces de sentir empatía y buscar el bienestar común, tenemos que dejar a un lado el individualismo que tanto daño nos ha hecho, hay que reconocernos como parte de una sociedad y entender que no somos los únicos en la tierra, hay que dimensionar el impacto de nuestras acciones u omisiones.
Cada vez es más frecuente escuchar que la clase política toma decisiones por su beneficio propio, sin pensar en la ciudadanía que los eligió, quizá, ya llegó el momento en que las convicciones, los valores y las fortalezas de las buenas personas lleguen a los puestos de decisión pública.
No queremos a un nuevo Pancho Villa sino a muchos; a personas convencidas de transformar su entorno, cada quién, desde su trinchera. No es levantarnos en armas para buscar la paz sino vivir la paz para guardar las armas.
En la navidad de 1913, la revista Leslie´s, una de las más populares de la época en Estados Unidos, dedicó su portada al “audaz líder” Pancho Villa, en ese entonces se imprimieron 400,000 ejemplares promoviendo al feroz mexicano.
Quizá, ya es momento que los ojos del mundo volteen a ver a México por las hazañas que podemos lograr.
Somos más los buenos, pero quizá, no hemos hecho tanto ruido.
Se vale debatir.