Está de moda vivir del recuerdo. En el cine, reaparecieron Lilo y Stitch, los infectados de 28 días y hasta los dinosaurios con Jurassic World. Volvió Superman. En México, series como Mentiras o la de Chespirito han dominado la conversación en las últimas semanas. Con toda intención, y queriendo aprovechar la tendencia, me gustaría detenerme en un episodio concreto de El Chavo del Ocho para hacer algo de reflexión.
Hace cincuenta años, en 1975, La Chilindrina, Doña Florinda y Doña Clotilde hablaban acerca de “la liberación de la mujer”. En un episodio que llevaba por título esa misma frase, ellas hablaban de derechos y liberación, mientras que ellos sólo querían ver el concurso de Miss Universo. Ellas abrían la conversación y ellos veían televisión.
Es verdad que evaluar con el mismo estándar de hoy a una emisión de hace medio siglo sería inadecuado. Sin embargo, da fe de que existe una batalla cultural que se ha librado durante décadas. En los 70, el feminismo se abrió paso con discusiones sobre la familia, el hogar, el matrimonio, el trabajo no remunerado y más. En cambio, los 80 fueron una recarga de testosterona: Chuck Norris, Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger. Hombres fuertes y de emociones contenidas.
Hoy, a casi diez años del movimiento que puso al feminismo y al progresismo en el centro global, el #MeToo, el péndulo estaría haciendo lo suyo, mirando nuevamente al lado conservador. Pero, a diferencia de antes, parece que la ola no es general, sino que está tomando fuerza en un segmento concreto.
Como ejemplos, las elecciones de EEUU (2024) y Alemania (2025), donde hubo una tendencia clara. Ellas, las jóvenes, se inclinaron hacia opciones que miraron al progresismo o que promovieron las agendas de derechos, con Kamala Harris y Die Linke (La Izquierda), respectivamente. En cambio, el conservadurismo sí anidó entre ellos. Los hombres jóvenes, en igual proporción, votaron más por Trump y por la AfD; un partido político de origen euroescéptico y que, con los años, ha radicalizado su discurso al grado de promover ideas y políticas de extrema derecha. A todas luces, un refugio neonazi que, por cierto, fue apoyado en su momento por Elon Musk.
Aunque en México por ahora no parece haber una fuerza concreta capaz de cohesionar a esta nueva ola conservadora, sí hay algunos personajes, líderes, influencers y políticos que poco a poco van ganando adeptos entre este nicho. Al igual que en EEUU y en Alemania, las plataformas digitales -que han dejado de ser redes y mucho menos sociales- fungieron como canales fundamentales para la promoción de mensajes cargados de odio, intolerancia, racismo y xenofobia, con un fuerte regusto de revanchismo y resentimiento.
Entonces, ¿hemos cambiado o seguimos siendo los mismos? ¿Somos más conservadores o seguimos igual? ¿Dejamos de avanzar? Quizá la respuesta esté en ese episodio de El Chavo del Ocho de 1975. O tal vez se esté en ese reel de algún influencer que no conocemos, que nos salió “de repente”, pero que con mucha seguridad dice que hombres y mujeres sí tienen roles específicos por cumplir, simplemente porque siempre ha sido así. Podría ser un deportista. Un futbolista. Para el caso, lo mismo. Nostalgia conservadora.