Rusia ejecutó uno de sus ataques más intensos contra Ucrania la noche del 3 al 4 de julio, utilizando 11 misiles y 539 drones, en su mayoría dirigidos a Kiev. El operativo comenzó al anochecer y se prolongó hasta la madrugada. Aunque las defensas ucranianas interceptaron parte del ataque, varios proyectiles impactaron zonas residenciales.
En respuesta, se activaron las alarmas aéreas y miles de habitantes buscaron refugio en estaciones del metro. A pesar del toque de queda, las explosiones continuaron durante toda la noche. Patrullas ucranianas intentaron derribar drones Shahed con fuego ligero, mientras la defensa aérea enfrentaba los misiles.
El distrito de Solomianski fue uno de los más afectados. Resultaron dañados un bloque de viviendas, un supermercado, oficinas privadas y una instalación eléctrica. Los servicios de emergencia trabajaron desde primeras horas en apagar incendios, limpiar escombros y atender a los heridos.
El presidente Volodímir Zelenski señaló que este ataque demuestra que Rusia no tiene intención de detener la guerra. Anunció que volverá a comunicarse con Donald Trump para insistir en la necesidad de medidas que presionen al Kremlin para frenar la ofensiva.