La Taquería

El Talón de Aquiles: Rom-Pom-Pom-Pom 2016

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Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), de los aproximadamente 7,4 billones de seres humanos que habitamos en 2016 el planeta, alrededor de 36%, es decir más de 2 billones, somos infantes. Los datos no son exactos, pero, en honor a la verdad, para los efectos de este ensayo, eso no importa.

Intento responder, de forma estructurada y meticulosa, a una pregunta de singular importancia en estos momentos: ¿Cómo hace San Nicolás para entregar regalos a todos los niños y niñas del mundo?

Replanteo el problema: si el pico de actividad de Santa es de las 8:00 pm a las 5:00 am, entonces nuestro personaje cuenta con ocho horas, 480 minutos o, para ser más exactos, 28,800 segundos, para cumplir con su misión. Redondeemos: esto significa que Santa debe visitar 4,166,666 niños por minuto, o 69,444 por segundo.




Además, tendría que viajar a unos 300,000 kilómetros por segundo, una velocidad cercana a la de la luz. Supongamos además que todos los regalos cupieron en el trineo (no soy adepto de las teorías que plantean que son sintetizados en carbono). En fin, algunos estiman que debe parar 850 millones de veces durante su itinerario: ¿cómo lo hace?

Las respuestas a esta pregunta pueden ser reagrupadas en tres categorías. Empecemos por la explicación más simple: se sabe que, si su itinerario va en el sentido opuesto al de la rotación de la Tierra, contaría con 24 horas, es decir, 1,440 minutos, para completar su recorrido. Todos lo sabemos, el planeta pasa 12 horas de día y 12 de noche y, por lo tanto, si al adaptar su itinerario, Santa podría pasar 24 horas “de noche”, con lo que sólo tendría que visitar a 1,388,888 niños por minuto.

A decir verdad, aun aceptando las más locas teorías – hay quienes indican que el diseño aerodinámico del trineo lo hace alcanzar a velocidades inimaginables mientras que otros aseguran que los renos tienen mochilas de propulsión por reacción (proceso de fusión fría) – por más que su ejército de duendes le ayuden, el argumento no parece convincente.

Debemos entonces pasar a otra categoría de explicaciones, las que parten de la premisa que San Nicolás no puede ser entendido siguiendo los preceptos de la física ordinaria. Al respecto, la física cuántica, en particular la relación de indeterminación de Werner Heisenberg (Premio Nobel de Física, 1932) es más apropiada para elucidar el problema.

Claro, aquellos que me conocen saben que no soy especialista en el tema. Sin embargo, puedo indicar, gracias a Wikipedia, y luego de una intensa labor de copiar-pegar, que es imposible definir con precisión, simultáneamente, ciertos pares de variables físicas, como la posición y el movimiento lineal. No me pregunte por qué; la verdad es que no entendí.




El punto es que si conocemos la velocidad del trineo, no sabemos dónde está; y si tenemos su ubicación, es difícil determinar su velocidad. Santa podría entonces, desde esta perspectiva, estar en cualquier parte del planeta, al menos si concebimos a nuestro regordete amigo como una superposición de estados cuánticos. Muchos Santas podrían esfumarse y reaparecer por doquier.

Otra explicación, aunque siempre en esta misma categoría, consiste en señalar que San Nicolás conoce, como ningún otro, la teoría de la relatividad especial de Einstein. Santa sabe manipular espectacularmente bien el espacio y tiempo, al menos mejor que cualquiera de nosotros. En ese sentido, dos hipótesis pueden ser señaladas aquí.

Por un lado, existe una nube de relatividad donde se encuentra él, a partir de la cual se puede ver al mundo como si estuviera congelado. El tiempo, el espacio, y la luz se perciben de forma diferente a lo interno de dicha nube. Por lo tanto, Santa contaría con meses para entregar los regalos, a pesar que, en nuestro planeta, solo vivamos una noche mágica.

Por otro lado, Santa podría usar “Agujeros de Gusano” (también conocidos como el Puente de Einstein-Rosen), los cuales son descritos en ecuaciones de la relatividad. Se trata básicamente de atajos, una especie de túnel en el espacio y tiempo, a través de los cuales se puede desplazar la materia, y que conectan dos lugares remotos.

Gracias a ambas hipótesis, entendemos cómo Santa no solo tiene tiempo para despegar, alcanzar velocidad de crucero y efectuar sus aproximaciones finales respetando las más estrictas normas aeronáuticas de seguridad internacional, sino también para tomar su leche deslactosada light y sus galletitas de asparíamos.




Ahora bien, es posible elaborar otro razonamiento basado en la nanotecnología. Siempre recordaré – esto es cierto – la respuesta de un colega, profesor de cierta universidad, cuando le pregunté qué era la “nanotecnología”.

Con toda naturalidad, me respondió que era la aplicación de la tecnología a nivel nano. Recientemente los seres humanos logramos situar un objeto microscópico dentro de nano-estructuras que, al distorsionar la luz para “envolver” al objeto, lo hicieron parecer como si fuera invisible.

Si partimos de la premisa (no probada, aunque razonable) que Santa no es como los demás, podemos suponer que tal vez conoce esta tecnología desde hace lustros. Y si esto es así, entonces tiene todo el año para colocar sus regalos, los cuales permanecerían invisibles hasta que los vuelve visibles el día de Navidad.

A decir verdad, no me queda muy claro cómo funciona el proceso para hacerlos visibles, pero si esto es así, y sin tomar en consideración las vacaciones, incapacidades, y otras prestaciones, Santa contaría entonces con un año completico para colocar sus regalos: son 518,400 minutos.

Podría, aunque sea por unos instantes, ser serio, e indicar, como lo hice en mi columna navideña del 2015 (que también algo de serio tenía), que San Nicolás es un símbolo cultural occidental. Las tesis aquí desarrolladas aplicarían a Norteamérica y Europa (que por cierto sufren de presión demográfica por escasez de infantes).

Además, recordaba en 2015 que en algunos países los regalos (todavía) los trae el “Niño Dios” y los “Reyes Magos”. O sea, Santa no está solo. Podría incluso señalar que, según el Banco Mundial, 2,200 millones de personas vivían con menos de US $3,10 diarios en 2011. Si aplicamos el porcentaje de 36% de niños, llegamos a la muy aproximativa y desactualizada, aunque inaceptable cifra de 792 millones de niños en situación de pobreza. Pero guardo mi reflexión sociológica para otra ocasión.




Por el momento, conscientemente insisto que Santa visita a todos los niños que nos hemos portado bien (y que en general somos la gran mayoría). Y como buen occidental que soy, imperialista cultural al que le encanta imponer valores universales, postulo que Santa visita a todos los infantes del mundo, sin importar que sean sirios, ucranianos, hondureños, o somalíes.

Como mi meta en la columna navideña de “El Talón de Aquiles” es rescatar algo de la magia perdida, propongo combinar las tres familias de teorías aquí expuestas, y concluir que, para Santa, entregar los regalos de navidad, es un juego de niños.

¡Felices fiestas!

Fernando A. Chinchilla

Ciudad de México, 21 de diciembre de 2016

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