Un mérito de la demostración del sábado en el Zócalo de la CDMX, habrá sido de poner en evidencia que no todo el pueblo es “bueno y sabio” a los ojos del presidente y que unos cuantos se visten de pueblo y de conservadores, lo que podría generar confusiones en la numerología presidencial.
Resulta que una buena parte del pueblo bueno y sabio ha ido formando patrimonio a lo largo de su actividad laboral y, si bien puede beneficiarse de las dádivas del nuevo régimen, está más preocupado por conservar lo que han ido acumulando que por recibir las migajas que representan las “generosidades” de la cuarta transformación.
AMLO nunca se dirige a este segmento del “pueblo”; para él y para sus asesores del Grupo Puebla, son irrecuperables, ya que saben lo que es “tener”. Probablemente, los ideólogos del Foro de Sao Paulo no tienen bien integrada la escala de los niveles sociales en México y si estuvieran leyendo con un poco de atención los reportes del CONEVAL y sus anexos, se dieran cuenta que aún en la pobreza descrita y medida, empieza a asomar los términos de propiedad, siendo esta desconocida solamente para quienes están descritos como “pobreza extrema”.
La visión de AMLO de un México nivelado hacía abajo, con un par de zapatos y comiendo arroz y frijoles es una simplificación excesiva que no entiende la complejidad social y la diversificación geográfica de México. México no es así tan fácil de reducir a estereotipos simplistas. Por esto, tarde que temprano, en orden o sin orden, las capas sociales que están acostumbradas a pelear y luchar para su propia supervivencia se van a decantar de aquellos que prefieren recibir que luchar o que no ven otra solución que la de tender la mano.
AMLO decidió por conveniencia de su propio modelo ignorar la “movilidad social” y la movilidad social es la que mueve y anima a millones de personas que no se resignan a permanecer en la pobreza, que aspiran para sus hijos y nietos a algo mejor que lo que les tocó. Quieren más de un par de zapatos y más que arroz y frijoles, porque su definición de bienestar implica bienes materiales y no únicamente la beatitud del ser.
Ahora, no podemos olvidar que hay mucho que hacer para colmar la brecha entre “Fuera López”, y el camino democrático para lograr el cambio de rumbo. Urge que se estructure esta camino, antes que el régimen acabe de desmantelar las pocas instituciones democráticas que siguen en operación.
El tiempo es corto y se está desperdiciando en discusiones ociosas entre miembros de la partidocracia, quienes desaparecerán antes que de entender que necesitan definir estrategias operativas simples y eficientes. De no hacerlo, serán arrasados como lo fueron en 2018.