Después de tantas actitudes provocativas con relación a la pandemia del Covid-19, el presidente de México agrega el insulto a la injuria, viajando a Badiraguato, Sinaloa, y saludando (¡de mano para colmo de provocación!) a la señora Consuelo Loera, madre del “Chapo” Guzmán, el enemigo público número 1 que los vecinos americanos tienen recluido en la cárcel mas severa y más protegida de toda la unión americana.
¿Era necesario este acto que provocará escándalo internacional, exhibiendo nuevamente al presidente de México en el escenario de la infamia? ¿Es AMLO un provocador nato? O, ¿es AMLO un inconsciente ingenuo que ni se da cuenta del alcance de sus gestos? O peor tantito, ¿fue AMLO a Badiraguato a pagar una manda y a rendir pleitesía a los verdaderos dueños de México?
Fue a hacerles saber que sigue la narco república en continuación lógica desde los años ochentas y que cuarta transformación o la carabina de Ambrosio, se respetarán los acuerdos tácitos que permiten a México ser un país gobernable. (Pidiendo perdón por el lamentable (e imperdonable) acto de indisciplina de Culiacán en octubre del año pasado). Siempre y cuando se reconozca quién es quién en estas latitudes.
Aparentemente, en la escala de valores del presidente, los narcos llegan antes que los empresarios, pero después de “sus” pobres y “ninis”. Lo que genera tema de reflexión sobre el tipo de país en el cual vivimos. ¿En la visión de la cuarta transformación, habrá más que esperar del poder negociador internacional de los narcos que del poder de generación de empleos de los empresarios?
¿Será que para el profeta del nuevo México social, hay más que esperar de la capacidad internacional y económica que brinda el negocio de todo tipo de drogas naturales y sintéticos, que de una clase empresarial esforzada que solamente puede dar trabajo a unos cuantos millones de trabajadores?
Hasta donde sé, no hay ningún capítulo sobre el tráfico de drogas en el T-MEC. ¿Es un olvido? ¿Estará en la letra chica?