La Taquería

Beauty and the Queer

Comparte este artículo:

A inicios de este mes, casi sin querer (o tal vez con toda la intención), el director de la nueva película “La Bella y la Bestia”, Bill Condon, habló un poco de Lefou -el compinche de Gastón– y halagó la destreza del actor Josh Gad para representar la homosexualidad del personaje con mucha sutileza, y declaró que Disney tendría en la película su primer y exclusivo “momento gay”. Y obviamente se armó un alboroto.

Muchos grupos cristianos llamaron a boicotear el estreno de la película, su estreno se canceló en Malasia, y en Rusia se le impuso una clasificación para mayores de 16 años. Disney se rehusó a cortar la escena, que es de apenas tres segundos, para obtener un beneficio económico y los actores de la película han defendido la película resaltando el mensaje de inclusión y amor de la historia.

En las redes sociales de iglesias y grupos religiosos que compartieron la nota de esta escena, me alegró ver muchísimos comentarios de personas hartas de la persecución a la comunidad LGBT; muchos de ellos pidiendo que sus esfuerzos se enfocaran en otras cosas y no en esta cacería de brujas.

Pero no faltó el comentario homofóbico y otros tantos de decepción “porque arruinaron un clásico”. Muy seguramente porque desconocen que el clásico animado desde siempre ha tenido una bella dedicatoria para la comunidad LGBT, sutil pero que siempre ha estado ahí:

La Bella y la Bestia, el clásico “ultrajado”, se estrenó en noviembre de 1991. Su productor ejecutivo fue el gran Howard Ashman, el genio que salvó la división de animación de Disney en 1986 cuando fue invitado a formar parte de la empresa y aceptó escribir las canciones de La Sirenita, proyecto que, de fracasar bien podría haber sido el último de Disney.

Con La Sirenita, Ashman cambió las reglas para siempre. A partir de él, Disney entendería de manera diferente la forma de usar la música y las canciones. Con su experiencia e historia en el teatro musical (y de la mano de Alan Menken como compositor de la música de sus letras), le enseñó a Disney a hacer de una canción parte de la narrativa y no sólo un accesorio.




La Sirenita ganó dos Oscares, dos Golden Globes y dos Grammys, y así Ashman recibiría la encomienda de hacer posible un proyecto que el mismísimo Walt no pudo hacer posible en 1930 y en 1950 porque sin duda, tenía que ser un musical: La Bella y la Bestia.

Pero Howard Ashamn para ese entonces ya estaba perdiendo la batalla contra el SIDA… Pudo ocultar su enfermedad durante la última etapa de producción de La Sirenita, pero para hacer La Bella y la Bestia una realidad, la empresa y su mano derecha Alan Menken tenían que saberlo.

Se hizo lo necesario para que Ashman pudiera quedarse con el proyecto y su lucha contra la enfermedad tuvo una gran influencia en la narrativa y las canciones de la película. Bestia sufre de una maldición que ha cambiado su cuerpo y que lo ha obligado a la reclusión; una maldición que hace casi imposible que alguien lo ame.




Su maldición no sólo lo afectó a él, también a quienes lo rodean -fue idea de Ashman que el hechizo afectara a sus sirvientes, que eran la única familia que tenía-, y un pueblo entero motivado por el miedo y el desconocimiento marcha para matarlo porque “vendrá por sus hijos” y porque “hay que salvar nuestro pueblo y nuestras vidas”. Hoy podríamos pensar que es una exageración, que esas referencias simplemente eran parte del cuento. Pero no, Ashman modificó muchas cosas de la historia original y si escuchas sus letras pensando en la batalla que estaba librando, encuentran un nuevo sentido.

Disney siempre ha ayudado a establecer roles y estereotipos de género que hasta hace muy poco comenzaron a revalorar. No fue hasta el 2005 que Disney (Pixar) hizo la película de Valiente, donde la princesa Mérida es la verdadera heroína de la historia y no necesita de un príncipe que la rescate. Nada más le tomó 68 años a Disney contar un final así.

Este cuento de Bella y Bestia que tanto queremos tiene mensajes que deberían hacernos reflexionar y fruncir el ceño.  Primero conocemos a Bella como una mujer inteligente, valiente y que no está pensando sólo en el matrimonio, pero termina con el príncipe violento que la tenía secuestrada… Como verán, tres segundos de diversidad no le caen nada mal al cuento.

La deuda de Disney con la inclusión y la diversidad sigue siendo enorme, y aunque muchas de sus películas tienen sutiles elementos subversivos, poco a poco tendrán que dejar de ser mensajes que tienes que leer entre líneas o escudriñar para encontrarlos. Pronto Disney tendrá que salir de closet.

La nueva adaptación de Bella y Bestia es una película hermosa, alegre y conmovedora que se desprende fielmente de un clásico que es considerada por los realizadores de la película como “la historia personal de Howard Ashman”, un hombre homosexual que murió por complicaciones del SIDA pero que durante sus últimos años de lucha contra la enfermedad pudo darle a una sirena su voz y a una bestia su alma.

La dedicatoria en la película animada lee: To our friend Howard, who gave a mermaid her voice and a beast his soul, we will be forever grateful.

______________________________

– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”