Se respiraba en el ambiente un miedo a que la historia se repitiera. El huracán Wilma, en octubre de 2005, marcó un antes y un después en la historia de Cancún, y de la zona norte de Quintana Roo. Yo personalmente no lo viví, pero sí la mayoría de mis amigos y toda mi familia. La devastación, el caos y la incertidumbre que ese desastre natural trajo es algo que esta gente no quiere volver a vivir jamás.
La semana pasada, por momentos, el miedo volvió. Delta, que avanzaba directamente hacia nuestras costas, comenzaba a tomar forma de depresión tropical. Al cabo de unas horas, ya era denominada tormenta tropical. Su trayectoria seguía fija. Seguía agarrando fuerza, ahora ya era huracán categoría 1. A nuestras costas llegan tormentas tropicales continuamente, es algo que hasta cierto punto ya tenemos controlado. Pero esta vez pintaba para ser diferente.
Huracán categoría 2. Las alertas estaban aumentando. El Gobernador ya había ordenado habilitar refugios y se daba a la tarea de informar a la población. Delta no dejaba de fortalecerse. Ni cuenta nos dimos cuando fue categoría 3, porque en cuestión de 20 minutos aumentó a categoría 4, que ya es considerado como un fenómeno potencialmente devastador. El impacto era inminente, y fue ahí donde después de 15 años la gente de Quintana Roo volvió a sentir ese miedo.
Supermercados al tope de su capacidad. Filas de dos horas en las gasolineras. Madera para cubrir ventanas, agotada en cuestión de minutos. Varios conocidos optaron por irse de la zona. Pegaría en la madrugada, y debíamos estar listos para recibirlo.
Por algún motivo que no podría especificar porque mis conocimientos de meteorología son nulos, el huracán mientras más se acercaba a la costa de Quintana Roo, bajaba de velocidad. Originalmente esperábamos que pegara entre 11 pm del martes y 1 am del miércoles, pero en realidad tocó tierra cerca del amanecer. También perdió fuerza: bajó a categoría 3 en la tarde-noche del martes, y al momento del impacto con tierra, cerca de Punta Maroma, ya era categoría 2.
Delta nos golpeó por varias horas. Vientos fuertes desprendieron árboles del piso, derribaron una cantidad considerable de postes de electricidad y algunos otros daños que, si bien son notables, la situación pudo haber sido mucho peor. Mucho viento pero poca lluvia, lo que hizo que al salir el sol nos encontráramos con una ciudad diferente, bloqueada, apagada, pero sin inundaciones, por lo que los trabajos de recuperación fueron rápidos.
Hasta el momento de escribir esto siguen los trabajos de recuperación de espacios y vialidades, limpieza de escombros y restablecimiento de los servicios básicos. Ha sido de reconocer la labor constante del Gobernador de Quintana Roo y de los alcaldes de los municipios afectados. El Presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó desplegar 5 mil elementos de la Marina y la Guardia Nacional para agilizar la recuperación de espacios, y han sido de gran ayuda.
Sin embargo, el verdadero agradecimiento tiene que ir para la ciudadanía. Gente de Solidaridad, Isla Mujeres, Puerto Morelos, Cozumel, Benito Juárez y Lázaro Cárdenas que no se dejó vencer. En el instante en el que salió el sol las y los quintanarroenses salieron en brigadas a ayudar en lo que se pudiera. Les veías limpiando camellones, levantando árboles, donando víveres para aquellos más afectados, trabajando por salir rápidamente de este problema que sin duda no nos ganó.
Hay regiones aún sin luz. Hay zonas que aún necesitan mucha ayuda. Hay todavía trabajo por hacer, pero es admirable lo que Quintana Roo y su gente logró. La cultura de la preparación, de estar listos al momento del impacto, de extenderle una mano a quien lo necesite y sobretodo de unirse ante la adversidad es lo que hace a Quintana Roo un pueblo invencible. Estamos saliendo de pie y de frente, como lo hemos hecho siempre.
Un orgullo ser quintanarroense.