#ElTalónDeAquiles: “Se abre el telón: un bipartidismo moribundo”

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En este otoño se abrió el telón de la campaña electoral costarricense. El proceso culmina en febrero, con la elección del presidente, dos vicepresidentes, y 57 diputados. Si ninguno de los candidatos alcanza 40% de los votos, una segunda ronda entre los dos más votados tendrá lugar en abril. En esta primera entrega de esta serie de tres artículos sobre las elecciones en Costa Rica, analizo los rezagos del sistema bipartidista en ese país.

El actor político más importante de la Segunda República en Costa Rica (1948-…) es el Partido Liberación Nacional (PLN), que ha electo a 7 presidentes y gobernado 9 periodos, para un total de 37 años de gobierno. La oposición, que ha gobernado durante 28 años, ha electo también a 7 de sus candidatos, pero bajo diferentes partidos, y sin que ninguno haya repetido. La seguridad social -el Código de Trabajo y la emblemática Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS)- es autoría de la oposición, pero el PLN instauró de 1948 a 1978 un Estado benefactor que convirtió a Costa Rica en la excepción.

La oposición cristalizó el bipartidismo en 1983, cuando el Partido Unidad Socialcristiana (PUSC) reagrupó a los partidos Republicano Calderonista, Demócrata Cristiano, Renovación Democrática, y Unión Nacional. El sistema, sin embargo, pronto comenzó a dar señales de agotamiento. En 2002, por primera vez ninguno de los candidatos tradicionales alcanzó el umbral del 40%, forzando a una inédita segunda ronda. Luego, el PUSC, víctima de escándalos de corrupción, desapareció del radar. Mientras tanto, el aun recientemente fundado Partido Acción Ciudadana (PAC) se convirtió en la segunda fuerza política del país. En 2014, no solo se fue de nuevo a una segunda ronda electoral, sino que la misma se dio entre el PLN y este nuevo partido (no tradicional), el cual logró obtener una histórica victoria, al romper con el bipartidismo.

Hoy, el PLN y el PUSC no logran superar, en conjunto, el 30% de los votos. La oposición se presenta dividida. El PUSC empezó a romperse desde 1994, cuando varios de sus miembros crearon el Movimiento Libertario (ML), que propone, por quinta vez, a Otto Guevara como candidato. Además, surgió el Partido Republicano Socialcristiano, que agrupa a partidarios del expresidente Calderón, y que plantea la candidatura de Rodolfo Hernández. En cuanto al remanente del PUSC, este presenta por segunda vez al expresidente ejecutivo de la CCSS y magistrado suplente de la Corte Suprema de Justicia, Rodolfo Piza.

Guevara, un wannabe que ni a populista llega, se confunde hoy con la decoración electoral, mientras que Hernández, cuyo liderazgo es deslucido, parece demasiado pegado al expresidente Calderón como para jugar la carta de “outsider”. Algunos dirán que él y Piza son los mejores candidatos; ambos parecen ser personas honestas, inteligentes y educadas. Pero ambos personajes recuerdan a los padres conservadores y aburridos, y en el mejor de los casos, representan un statu quo que ni inspira, ni integra.

El PLN propone a Antonio Álvarez Desanti, un político con más de 30 años de experiencia, quien se presenta como empresario exitoso y acérrimo negociador. Dicho partido es la maquina electoral más eficaz del país, pero se convirtió desde hace tiempo en un cascarón ideológicamente hueco, corroído por oportunistas cuyo lucro nutre el escepticismo y frustración de la población. Sé, porque tengo amigos ahí (como también los tengo en el PUSC y hasta en el ML), que sobreviven algunos enamorados de la gloria pasada, pero la realidad es que el PLN perdió su alma socialdemócrata desde 1986, cuando el joven Oscar Arias dirigió el primer gobierno neoliberal de Costa Rica.

Pero, además, Álvarez Desanti fue el jefe de una de las campañas más desastrosas del PLN (2014), y sigue sin explicar cómo el haber gastado la totalidad de los fondos de su partido en aquella primera ronda no fue pésima estrategia. Más grave que esta manifiesta negligencia en la administración de fondos electorales, es el hecho que Álvarez tiene una definición de la política que malbarata la ya de por sí depreciada política costarricense. En 2006, cuando salió del PLN para fundar su partido, lo acusó de corrupción, de alejamiento socialdemócrata, e indicó que Arias sofocaba los nuevos liderazgos. En 2008, cuando regresó, simplemente señaló que había una nueva base progresista dentro del PLN, el cual ya no era corrupto. Hoy, bajo la sombra de Arias, afirma que su influencia es benéfica. Es decir, para Álvarez la política consiste en adaptar el discurso al contexto, diciendo hoy una cosa y mañana otra: la contradicción es gaje del oficio. Por el desgaste institucional en el país, y por la exasperación popular, ese oportunismo no debe normalizarse. La política es mucho más que decir lo que conviene al compás de los cambios coyunturales.

Los representantes y herederos del bipartidismo se han pre-candidateado 5 veces en total (Álvarez: 2001, 2006, 2010; Hernández y Piza: 2014) y candidateado en 11 ocasiones más (Álvarez: 2006, 2018; Guevara: 2002, 2006, 2010, 2014, 2018; Hernández y Piza: 2014; 2018). Si pierden en 2018, serán entonces 16 fracasos los que coleccionarán. Deben todos realmente amar profundamente a la Patria para inmolarse de esa forma, interpretando 16 negativas como una invitación a continuar. Si no fuera porque los considero representantes anacrónicos de un moribundo bipartidismo, me preocuparía tan incansable insistencia. Costa Rica necesita inspiración, optimismo, e imaginación.

Fernando A. Chinchilla

Cholula (México), noviembre de 2017