La derrota de la Iglesia

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Estamos en medio de una situación turbulenta respecto al tema del matrimonio igualitario. El viernes pasado la Suprema Corte asestó un golpe contundente con forma de jurisprudencia y al día siguiente el Ángel de la Independencia del Paseo de la Reforma se vio invadido por dos marchas que convergieron en un rechazo abierto a la postura opuesta.

El tema de los lobbies en México se aborda poco y ha permanecido en la oscuridad por mucho tiempo, se sabe que existen grupos de interés que pagan para que sus agendas sean llevadas a cabo por los diputados. No es algo nuevo.

Este golpe de la Suprema Corte que permite tanto el matrimonio como la adopción es una clara señal del desprestigio institucional, moral y político que sufre la Iglesia Católica.

Lo que antes existía como el Cuarto Poder, una Iglesia Política donde sus cardenales y obispos eran actores decisivos desde los tiempos de la Independencia ha dejado de tener ese poder.

Algunos acusarán el liberalismo o al postmodernismo pero lo que es una realidad es que hay lobbies más fuertes.
La crisis del lobby católico tiene que ver con las recientes acusaciones de encubrimiento de abusos sexuales y porque el terrible manejo de la agenda pública de la Iglesia en los últimos años.

La Iglesia dejó de ser popular, gente tan desagradable como Norberto Rivera u Onésimo Cepeda no ayuda a la causa. El único heredero de la Iglesia social de Samuel Ruiz vendría siendo el Padre Solalinde o el siempre polémico obispo de Saltillo, Raúl Vera.

La Iglesia como institución tiene que entender que su agenda debe ser otra, una enfocada a las causas sociales y no legales. Armando Rios Piter, senador por Guerrero ha propuesto limitar la libertad de la Iglesia para hablar de política; sin embargo, tal disparate atenta totalmente contra la libertad de expresión.

La Iglesia en lugar de estar debatiendo términos o palabras, exacerbando a las masas, promoviendo información poco científica y generando discursos de odio y rechazo abierto que no suman a México debería promover un diálogo plural y acorde a sus enseñanzas de misericordia.

Mientras la Iglesia Católica siga siendo un coto de conservadurismo de siglo XIV, enajenador de masas e inquisidora de la sociedad poco abonará al tejido social mexicano.

El que la Iglesia pierda su poder político abona a reducir discursos de extrema pero es necesaria para garantizar que todos los grupos tengan libertad de expresión y participen en el proceso democrático.

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