Hoy las redes son solo ecos de los vestigios de la precampaña, las pláticas familiares o de amigos solo hablan de rumores que se leen o escuchan, en las noticias solo vemos, en ocasiones, lo que algunos medios quieren que veamos. Lo que es una realidad es que estamos a unas horas de que el proceso electoral 2018 inicie. Para muchos es una oportunidad para contrastar las opciones que nos ofrece la política mexicana y elegir la que más les parece, para otros, una oportunidad para reafirmar lo que creen, y para muchos más, continuar con esa incertidumbre para elegir a quien poner en “la grande”.
Después de una reunión con amigos, a sabiendas de que mi voto será para la alianza de PAN-PRD-Movimiento Ciudadano (El Frente Por México), encabezado por Ricardo Anaya, muchos de los asistentes llegaron a dos conclusiones, la primera es que México necesita un cambio, sin duda alguna; la segunda, que los momentos que vive nuestro país no necesitan tampoco experimentos, algo no probado no significa que sea lo que necesitamos.
Antes de mencionar a quien decidimos, al menos en esa reunión, dimos una radiografía de los tres punteros en esta contienda, sin desestimar a los demás competidores.
Empezamos por José Antonio Meade (o “Mit”, si tardaste más de 5 años en acabar tu carrera profesional y no eres medico) quien destaca por haber estado en dos administraciones federales sin tener afiliación partidista visible. En las semanas previas a la definición, Meade empezaba a tener los reflectores del Gobierno Federal, un preámbulo de la noticia: el Precandidato del PRI a la Presidencia de la República estaba listo. El “cinco veces Secretario” es un funcionario efectivo, técnico y con resultados positivos en su paso en el gabinete de dos Presidentes; sin embargo, su primer rival, es el mismo partido que lo postula, ya que la loza del PRI es la más pesada de todas. Rodeado de escándalos de corrupción por años y un Presidente Priista que lo mejor que le puede pasar es que el sexenio termine, Meade sabe que la marca del PRI es muy difícil de quitar, aunque públicamente reitera que no es militante tricolor. La tarea es complicada, lo cual hace que muchos pongan a su campaña presidencial en ruinas, esto acompañado con las “figuras” que conforman al PRI, pasando por la Casa Blanca, el repunte histórico de la violencia, la pésima política hacendaria, gasolinazos, los escándalos de Emilio Lozoya, los desvíos de los Duartes, Borges, los nuevos de Rosario Robles, quien por cierto preside a Secretaria de Estado que Meade tuvo, por lo cual la sospecha lo rodea. En fin, el enemigo lo tiene en casa, lo Priista se pega y no se quita, aunque no seas miembro.
Llegando con el candidato del partido de la izquierda pero con miembros de derecha, tocó el turno de Andrés Manuel López Obrador, el eterno aspirante, casi mártir de la democracia, genera empatías particularmente con los jóvenes, ya que su propuesta al ser desconocida (y poco real) hace que lo volteen a ver y considerar seriamente para este año. Sus opositores lo tachan de socialista o de mesiánico en su propuesta a la Presidencia de México. Vemos a AMLO como una persona con más de 12 años en campaña, con toda su vida sin poder aclarar de donde provienen sus ingresos, un precandidato eterno que cuando ha llegado al poder lo ha hecho de una manera poco eficiente. Considerando que el 90% de la población lo conoce, aún con eso, López Obrador sostiene su histórico 30% o 32% en el mejor de los casos. El tabasqueño llega a la contienda con el primer lugar en las encuestas, aunque así también fue en el 2006 y 2012, una cosa es la precampaña y otra la campaña en forma; es en ese punto donde Andrés Manuel ha demostrado ser su propio enemigo.
Otro factor que podría mermar su desempeño en la campaña podría ser la “mafia del poder” que ahora lo acompaña. MORENA se ha convertido en el club de los segregados de muchos partidos con ideologías distintas, incluso contradictorias, lo cual le resta credibilidad al mensaje anti sistema, ahora los nuevos “morenos” se valen del “efecto AMLO” para seguir en la vida política, muchas veces solo con esa intención. Con esto MORENA dejó de lado a lo que según ellos era lo más importante, su militancia, ya que al menos en Nuevo León, la gran mayoría de sus aspirantes, provienen del PAN, PRI, independientes, (esos que solo les duro 3 años su independencia) y si eres de Veracruz con María Elena Saldaña “la güereja” o de Morelos con Cuauhtémoc Blanco.
El 80% de los mexicanos concuerdan que nuestro país necesita un cambio. Una opción que es la única con tendencias ascendentes reales en las encuestas y quien presenta una opción de cambio diferente a las demás, es sin duda, Ricardo Anaya. El aspirante ha logrado tejer la alianza política más grande de la historia de México, compuesta por el PAN, quien ya gobernó nuestro país, el PRD, una facción de la izquierda con una visión diferente a AMLO y el partido Movimiento Ciudadano, quien ha tomado relevancia en el panorama nacional, así como en Nuevo León. Estas tres fuerzas han conformado el Frente Ciudadano de México. Es cierto que las alianzas enriquecen los proceso electorales, estas han dado buenos resultados, como en Chile, por ejemplo, las alianzas electorales han dado estabilidad política después de la crisis de la dictadura, en Alemania, las coaliciones de partidos socialdemócratas han consolidado a este país como potencia europea. Ricardo Anaya apuesta todo al desarrollo tecnológico, energético y el combate a la corrupción. México por su ubicación y condiciones naturales tiene una posibilidad de acelerar el cambio a energías limpias. La transformación de un país, es necesaria para elevar las condiciones de vida de su población y su futuro, esto lo plasma Ricardo Anaya en su proyecto, uno que luce sólido y posible.
Hoy sabemos que la corrupción es el problema a resolver. El Gobierno Federal, actualmente esta hasta el cuello, no puede sostenerse más, aunque intento sostenerse con el apoyo del fiscal carnal. Ahora Ricardo Anaya y su Coalición buscan una Fiscalía Autónoma, con un fiscal electo para que el ejecutivo no pueda intervenir en las decisiones de este órgano, dejando a los casos de corrupción con la claridad y su debido castigo en evidencia.
Sin duda el cambio en nuestro país es inevitable, tenemos dos vías, una con visión al pasado, con ideas viejas y otra vía con una visión de progreso e inteligente, lo suficiente como para saber que México cambia si cambia también su gobierno. En esa reunión, coincidimos nuevamente, en que Ricardo Anaya es quien tiene la opción de cambio inteligente, con los conocimientos necesarios para dejar de pensar “ojalá esto pasara en México”.