Intimidades Públicas: Nosotros los mexicanos y nuestra moral

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“En México hay quienes critican para construir y rara vez terminan criticando sin destruir”.- Esolam

La relación entre el gobierno y la sociedad en México es particularmente diferente a la del resto de los países del mundo. Su sistema político –y por ende su cultura política- se encuentra cimentada sobre incontables luchas sociales que sucedieron a lo largo de su etapa como Estado independiente. No basta sólo con recordar nuestra independencia y revolución para entender estos importantes cimientos. Entre estos episodios existen un sinfín de capítulos de prácticas políticas –unos más largos que otros- que influyeron determinantemente en la consolidación del sistema político mexicano, pero sobretodo, de la relación entre gobierno y gobernados. 200 años después y en pleno siglo XXI pareciera que estos cimientos están por colapsar. Quien no acepte que nuestro sistema político sufre una grave decadencia, es un iluso; pero quien no acepte que los partidos políticos lo estén, es un ignorante.

Aún y cuando los partidos políticos han sido actores fundamentales para la construcción del sistema político que impera en nuestro país, el abrumador desgaste del ejercicio público ha logrado castigarlos y ponerlos –a unos más que a otros- en peligro de extinción. Pero lo más grave, no es aceptar que esta posibilidad existe, sino dejar a un lado el hecho de que más allá de la “decadencia” de los partidos políticos, la clase política y la sociedad civil no han entendido que existe un concepto que ambos comparten: el hecho de que todos son ciudadanos.

Ante esto, resulta redundante abordar el tema respecto a la doble moral de la sociedad mexicana; quien no coincida en su existencia simplemente no vive en el México que yo conozco. En México, el pan de todos los días ya no es sólo la crítica desenfrenada contra las instituciones públicas –algunas veces con razón y muchas otras simplemente por ignorancia- y la práctica incoherente de algunas personas que termina por justificar acciones propias fuera del marco de la legalidad; a esto se suma una preocupante apatía en la participación de la sociedad en general en lo público.

Quien no acepte que nuestro sistema político sufre una grave decadencia, es un iluso; pero quien no acepte que los partidos políticos lo estén, es un ignorante.

La triple moral en México es precisamente eso. No basta sólo con criticar a los demás cuando yo también lo hago mal, sino que también hay que agregar a la ecuación el hecho de no participar en lo absoluto en los asuntos públicos, dejando a un lado cualquier concepto de ciudadanía a la que pudiera hacerse referencia. Generalizar que todos los mexicanos somos así sería irresponsable de mi parte, pero dejar de mencionar que existe esta moral sería aún más. Todos en algún punto de nuestras vidas lo hemos hecho, por ignorancia o con conocimiento, pero lo importante no es sólo evitarlo sino erradicarlo.

Habrá quienes piensen que no existe relación directa en entre la moral del mexicano en los asuntos públicos y forma en la que se desenvuelven el gobierno y la sociedad. Pero a mi parecer dicha relación es determinante para fortalecer un concepto de ciudadanía agonizante en nuestros días.

La triple moral en México es precisamente eso. No basta sólo con criticar a los demás cuando yo también lo hago mal, sino que también hay que agregar a la ecuación el hecho de no participar en lo absoluto en los asuntos públicos, dejando a un lado cualquier concepto de ciudadanía a la que pudiera hacerse referencia.

Considero fundamental que la marcada diferencia entre lo público y lo privado se acorte lo suficiente para entender que primero que todo, la ciudadanía es nuestro común denominador. Ningún servidor público es vitalicio ni mucho menos un ciudadano estará ajeno a lo público; mucho menos ahora en nuestro incipiente sistema político que permite que ya no sólo los partidos políticos puedan gobernar.

Critiquemos para construir pero sobretodo construyamos para ya no criticar.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”