Hablemos de trabajo y de dinero

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Todos estábamos conscientes de que la contingencia traería consigo repercusiones. Sin embargo, nadie podía tener la certeza de qué magnitud tendrían los daños colaterales. Es así, como en un marco internacional no solo se ha venido viviendo una pandemia en términos de salud, sino también en términos laborales: el desempleo. A nivel mundial, la OIT estimaba que en el segundo trimestre de afectaciones por covid-19 se vería reflejada una pérdida de empleos que ascendería a los 195 millones de personas desocupadas. 

En México, de acuerdo al Presidente López Obrador el total de empleos que se han perdido ya llega a 1 millón 140 mil. Evidentemente el problema no es la proporción, sino que el número de personas  que se han visto afectadas es bastante significativo. Viendo más allá de ser simples personas, son familias a las cuáles se les ha complicado adicionalmente el poder hacerle frente a la contingencia. 

Como se ha dicho anteriormente, en México 8 de cada 10 empleos surgen por parte de las pequeñas y medianas empresas. Desgraciadamente, a pesar de que hace dos días la Secretaria de Economía; Graciela Márquez Colín, comentaba que no dejarían morir a las pymes. Hoy por hoy sabemos que en el marco de todo lo que ha sucedido, entre abril y junio han cerrado 10, 351 pymes. Por otra parte, en términos de los famosos “créditos a la palabra” se sabe qué se han distribuido alrededor de 16 mil mdp en créditos. Recordando un poco acerca de estos créditos, estos consisten en un monto de 25 mil pesos por parte de gobierno federal para quienes lo soliciten con un esquema de tres meses de gracia. El número de beneficiarios rodea los 641 mil.  

Sin embargo, para muchos aún -y con justa razón- representa un estigma el “negociar” o “tratar” con gobierno federal sobre todo para pedir un préstamo. Y aunque muchos han hecho hasta lo imposible por no cerrar sus negocios, la contingencia provocó que muchos tuvieran que dejar de operar, hacer recortes de personal o incluso cambiar el giro de su negocio. Ser parte del sector esencial probablemente jamás había sido tan deseado como lo es ahora. 

Hablemos de la Secretaría de Trabajo y Previsión de Social, específicamente, de lo que compartió la Secretaria Luisa Alcalde en una conferencia vía twitter el 1 de abril del año presente y cito: “de acuerdo a la LFT y en el entendido de que la autoridad sanitaria declaró una emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor no hay fundamento legal para separar a los trabajadores o dejar de pagar salarios, tampoco es aplicable el criterio del pago únicamente de salario mínimo, la obligación general debe ser el salario íntegro…siempre pensando que para las y los trabajadores, el salario es el sustento que tienen para ellos y para sus familias”. En pocas y llanas palabras, la LFT para efectos de este supuesto quedó de lado o en segundo plano. 

Desde esta perspectiva, al gobierno federal le pareció justo que a todas y todos los trabajadores se les pagara el salario de forma íntegra a pesar de que no todas las empresas estuvieran operando. Desgraciadamente, su postura ha venido cambiando, ya que apenas hace unos días surgió la noticia de que la STPS estaba dejando sin equipos a funcionarios públicos, limitando el uso de servicios básicos y solicitando que “voluntariamente” hicieran aportaciones de su salario para ser “solidarios” con el gobierno federal. No me encanta la idea de ser sensacionalista pero ¿cuándo va a ser el gobierno de México solidario con los trabajadores? Es decir, si se tratase de solidaridad probablemente ya habrían podido vender el avión presidencial, dejar de lado la compra de estadios de béisbol, o suspender por el momento los proyectos de los que tanto se ha venido hablando como la Refinería Dos Bocas o el Tren Maya. 

Todas estas cuestiones indubitablemente son incongruencias de la tan afamada 4T. Sin más y dejando a criterio de cada uno de ustedes lo que perciba de toda esta situación, solo quisiera compartir una frase de Winston Churchill para reflexionar al respecto: “Muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar y muy pocos lo miran como al caballo que tira del carro.”