La paradoja populista de la democracia

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En los últimos días escuchamos todos hablar del referéndum en Colombia, escuchamos una iniciativa en la Ciudad de México sobre el presupuesto participativo y vemos como se habla de políticas inclusivas con la ciudadanía.

El tema que traigo a colación debido a una charla en donde estuve presente hace días con un académico del ramo de las políticas públicas. Él hacía hincapié en los riesgos que presenta consultar temas a la ciudadanía en general y esto sin un afán de coartar libertades ni exigencias pero sí puntualizando temas en particular.

El tema de Colombia es muy interesante, análisis sobran y sobrarán y de hecho se están haciendo papers de eso actualmente. Sin embargo, una pregunta que ronda en el aire es: ¿Era necesario consultar a la ciudadanía la paz con las FARC? Y más allá de la respuesta de usted pudiera tener, yo le pongo otra pregunta, ¿Estaba facultado el Presidente y el Congreso para pasar la iniciativa sin consultar?, ¿Las FARC buscan el apoyo popular?, ¿Quién buscaba legitimar a quién?

Usted tendrá la mejor opinión respecto al tema y no pienso ponerme a juzgar el resultado de la consulta sino la forma. Lo mismo pasa con otras iniciativas como aquella que propuso Andrés Manuel pidiendo que el tema del matrimonio igualitario se consulte.

El problema no es consultar, es más, es sumamente importante que la gente participe activamente en el proceso democrático del país. La cuestión ahora es que los riesgos de democratizar todo y cada uno de los temas coyunturales del país radican en resultados inesperados, equivocados para el país y que borra de un plumazo el sistema de poderes.




Imagínese usted que el Banco de México pusiera a votación las tasas de interés o que el Infonavit consultara el monto de los créditos. Sería absurdo. De la misma manera el reto no está solamente en consultar a la gente sino en que la gente sepa del tema.

Las mayorías se equivocan y se equivocan por la baja preparación. Hay que evitar que siga existiendo el analfabetismo y la deserción escolar para tener mejores ciudadanos que piensen y voten de una manera más racional, al menos, informada.

No necesitamos que el país esté lleno de doctores en economía o expertos en política internacional; sin embargo, es importante tener un país informado y preparado donde los rezagos educativos sean mínimos y se puedan discutir cosas de una mejor manera.

 



El Congreso, el Presidente, los Gobernadores, la Suprema Corte ya tienen funciones por cumplir, no pueden caer en el populismo de consultar por consultar para parecer “legítimos”. Legítimos serán los resultados cuando existan métricas adecuadas en su accionar.

He ahí un problema histórico de la izquierda mexicana, el populismo ramplón, las iniciativas busca-votos, la retórica de la descalificación, la terquedad, el caudillismo, el mesianismo y últimamente el creer que un solo diputado arregla congreso o que un gobernador puede hacer lo que le venga en gana solo con decirlo.

Una ciudadanía mejor informada es garantía al menos de un debate más responsable. Las mayorías deben ser conducidas propiamente, sino caeremos en lo que Aristóteles llamó oclocracia, el caos de la “chusma”.

Lo dicho, dicho está.

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