Trump: ¿libertad de expresión o campaña de odio?

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En algún momento de la actual campaña presidencial de Estados Unidos, hemos tenido la fortuna/mala suerte de haber escuchado al precandidato republicano Donald Trump. Hemos escuchado su habilidad para insultar a grandes grupos de personas en menos de tres oraciones. Ha ofendido a discapacitados, reporteros, musulmanes, afroamericanos, asiáticos, mexicanos, prisioneros de guerra, a sus competidores; la lista sigue y sigue.

¿Cuál ha sido la respuesta de los estadounidenses? El país se encuentra dividido, por un lado aquellos que se oponen a su ideología, ya sea porque el candidato los ha insultado de alguna manera o porque sus declaraciones les parecen extremas e innecesarias. Por otro lado están los que no solo apoyan a Trump, sino que han encontrado en él un modelo ideal para liderar a Estados Unidos. ¿De dónde sale este apoyo? Las respuestas varían entre sí, si su experiencia en negocios les da seguridad, la cual es solo una idea falsa porque Trump ha sufrido varias bancarrotas en su emporio hotelero (Berke, 2015); si de plano apoyan sus políticas anti inmigratorias; o aquellos que les ha resultado atractivo su desafío a seguir lo que es políticamente correcto, o su actitud “anti-establishment”.

El punto crucial sobre la candidatura de Trump se encuentra en el impacto que su discurso político ha creado no solo en Estados Unidos, sino en el mundo entero. En suelo estadounidense se ha provocado una gran tensión, específicamente racial, entre los seguidores de Trump y la población latina, negra y musulmana.

Esta campaña para la candidatura republicana ha demostrado que Trump es un político que ni siquiera intenta ser prudente. Más bien, su campaña parece prosperar cada vez que hace comentarios insultantes y denigrantes. Trump representa a la facción que ha existido siempre en Estados Unidos, pero que ha permanecido bajo la superficie de manera latente, y también inactiva hasta cierto grado. Trump es aquellas creencias y miedos que la facción xenófoba y discriminante estadounidense siempre ha pensado pero que hasta ahora -con una imagen unificadora- no había tenido el valor para expresarse.

El punto crucial sobre la candidatura de Trump se encuentra en el impacto que su discurso político ha creado no solo en Estados Unidos, sino en el mundo entero. En suelo estadounidense se ha provocado una gran tensión, específicamente racial, entre los seguidores de Trump y la población latina, negra y musulmana.

En Gran Bretaña se llevó acabo un debate en Enero de este año, donde se discutió si se le debería prohibir la entrada a las islas británicas a Trump por su discurso de odio. Se necesitan 100,000 firmas para que un tema pueda ser llevado a discusión en el parlamento y casi 600,000 personas firmaron la petición (Kelly, 2015). Estas acciones de la población británica traen otro tema a la mesa ¿Debería haber una limitación en los comentarios de Trump? O simplemente se le debería dar rienda suelta a su discurso y dejar que siga con sus comentarios que a muchos han dejado más que molestos.

Esta campaña para la candidatura republicana ha demostrado que Trump es un político que ni siquiera intenta ser prudente. Más bien, su campaña parece prosperar cada vez que hace comentarios insultantes y denigrantes. Trump representa a la facción que ha existido siempre en Estados Unidos, pero que ha permanecido bajo la superficie de manera latente, y también inactiva…

Estados Unidos es un país que afirma ser defensor de la libertad de expresión, a final de cuentas, lo incluye en la primer enmienda de su constitución. Lo que también se menciona en la misma enmienda (Constitución de Estados Unidos, enmienda I) , es la libertad de ejercer una religión sin temor a represalias y podemos ver como esto no se ha llevado a cabo de la mejor manera. Sin embargo, ¿Hasta dónde es suficiente? ¿No es por esta libertad de expresión, que la facción xenófoba del partido republicano ha conseguido apoyar a Trump?

Actualmente en Estados Unidos vemos como no solo se ha creado una cultura de odio hacia ciertas religiones -en especial la musulmana- sino que se ha llegado a criminalizar a estas personas por el simple hecho de pertenecer a otra religión. Este debate es una peligrosa navaja de doble filo. Por un lado, en caso de que Trump siga su discurso y quede como candidato republicano puede ser una oportunidad para que el partido demócrata (quien quede como candidato), la población estadounidense en contra de Trump y el resto del mundo corte las aspiraciones de esa facción de una vez por todas. Pero por otro lado, si no se limita y en vez de poder terminar con este grupo, lo único que se logra es que Trump llegue a la presidencia. ¿Debería tener Trump un límite en su discurso? ¿O debería prevalecer ante todo la libertad de expresión?

Berke, J. (18 de agosto de 2015). Un viaje en el tiempo de la historia de bancarrota de Donald Trump. Forbes Business. Recuperado el 23 de marzo de 2016 desde: http://www.forbes.com/sites/debtwire/2015/08/18/a-trip-down-donald-trumps-bankruptcy-memory-lane/#4059fb8a75dd

Kelly, S. (Noviembre 2015). “Petición al Parlamento del Reino Unido para bloquear a Donald J. Trump de la entrada al Reino Unido.” Petición 114003. Recuperado el 24 de marzo de 2016 desde: https://petition.parliament.uk/petitions/114003

Constitución de los Estados Unidos de América, Enmienda I.

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