#HojaDeRuta: Panorama de las elecciones del domingo

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El evidente rechazo a los partidos tradicionales está generando nuevas dinámicas en la política nacional, entre las que destacan tres: la creación de las candidaturas independientes (con limitados éxitos); el surgimiento de Morena como fuerza política de izquierda y el uso de la estrategia de coaliciones entre PAN-PRD -que en otra época hubiesen sido impensables, casi heréticas. Todo lo anterior en un contexto muy particular: el decepcionante regreso del PRI a la presidencia, que pasó del reformismo triunfalista al rechazo unánime y aislamiento político de Enrique Peña Nieto.

Desmenucemos las tres dinámicas mencionadas: la creación de las candidaturas independientes obedeció, primero, al reconocimiento del derecho constitucional de que cualquiera en este país puede votar y ser votado. Después, como alternativa de acceso a los puestos de elección popular, lo cual significa una vía para brindar mayor pluralidad en los cuerpos legislativos, además de proyectos puntuales para puestos ejecutivos. Sin embargo, lo “independiente” es una categoría, no un movimiento, mucho menos una doctrina. Por el contrario, si empieza a darse una organización que “postule” candidatos independientes con discurso e imagen similares, en esencia estaremos ante un partido, aunque no tenga registro ni reciba recursos públicos.

Aunque en 2015 hubo notables resultados a través de la figura con triunfos como el de Jaime Rodríguez en Nuevo León, Pedro Kumamoto en Jalisco y Manuel Clouthier en Sinaloa, 2016 fue un balde agua fría, pues prácticamente ningún candidato independiente fue competitivo en los múltiples procesos de ese año. Hasta ahora, ningún candidato independiente parece tener fuerza suficiente para una candidatura presidencial, aunque queda apenas tiempo suficiente para la emergencia de algún fenómeno.

Respecto al segundo factor, el surgimiento de Morena como fuerza de izquierda está reconfigurando el sistema de partidos. En un principio se habló de que dividiría el voto de izquierda, pero pudiera ser que lo acabe concentrando. La creación del partido fue un paso lógico para AMLO, pues es el único líder político con tintes sociales que podría acercarse a la noción del partido de masas, debido a su constante contacto y convocatoria popular.

En su primera elección federal, Morena obtuvo el 9% de la votación nacional, lo que lo convirtió en la cuarta fuerza política, además de acceder al 8% de los escaños en la Cámara Baja. Otro dato de primera importancia fue su desempeño en la capital del país: se estableció como primera fuerza en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ahora Ciudad de México) y ganó 5 delegaciones de la Ciudad. El próximo domingo podría dar el campanazo en el Estado de México, lo que cambiaría el tablero electoral 2018 y daría un fuerte impulso a López Obrador, que sigue apareciendo como puntero presidencial en las distintas encuestas.

Morena no solo parece el rival a vencer en la carrera presidencial, sino que buscará ampliar exponencialmente su representación legislativa ahora que ambas cámaras están en juego, aunque difícilmente le alcanzará para generar mayorías, por lo que tendrá que generar alianzas al interior del congreso, pues AMLO no solo debe estar pensando en ganar, sino en cómo gobernará. Sobra decir, ningún “independiente” se acerca siquiera a este avance político en tan corto tiempo.

Tercer factor: la fórmula de coaliciones PAN-PRD. 2016 fue un año de “éxito” para Acción Nacional, pues consiguió 7 gubernaturas para llegar a un total de 11, un máximo histórico para el partido. 4 de ellas fueron en alianza con el PRD. Entrecomillamos “éxito” debido a que esta “ola azul” pareció deberse más a un voto de castigo y una reacción provocada por el tremendo rechazo que enfrenta el Presidente Peña y que habría pasado factura al PRI, que a propuestas frescas o gobiernos exitosos del PAN.

Quizá podría atribuirse a Agustín Basave el impulso a la fórmula de coalición, pues la precaria realidad del partido del sol azteca y su comprensión del parlamentarismo le llevaron por ese camino, que ha resultado un salvavidas para el PRD. De tal magnitud fue el efecto que hace unos días Ricardo Anaya y Alejandra Barrales anunciaron un “frente común” entre ambos partidos rumbo a 2018, que es, para todo fin práctico, la antesala de una candidatura presidencial conjunta.

Veremos cómo los resultados de este domingo 4 de junio mueven las piezas. El juego está abierto.

 

#HojaDeRuta: “No se mata la verdad matando periodistas”

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Consigna máxima, potente en estas horas bajas para una de las profesiones más hermosas del mundo y oxígeno necesario para cualquier democracia. Dice Elena Poniatowska que en América Latina se hace periodismo desde la indignación porque la realidad entra en tu casa, te ahorca. La frase también podría invertirse con los sucesos actuales: en México el periodismo digno se hace desde el miedo.

Trágicamente, el dato no es nuevo: vivimos en el país más peligroso del continente para ejercer el oficio. Las balas que derrumbaron a Javier Valdez en Sinaloa han perforado también al gremio entero, estremeciendo al país a tal grado que el Presidente EPN ─a menos de 72 horas del suceso─ convocó a una reunión especial de la CONAGO para abordar la crisis. El mandatario anunció diversas acciones como fortalecer la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Contra la Libertad de Expresión (instancia que, bien se sabe, ha tenido magros resultados) y fortalecer la estructura y presupuesto del mecanismo de protección para personas defensoras de derechos humanos, entre las cuales más de un tercio son periodistas.

Si bien el Estado Mexicano está obligado a garantizar el derecho constitucional a la libre expresión y la integridad de los periodistas, el debate es mucho más hondo. Un grupo de medios y Organizaciones de la Sociedad Civil entre los que están Article 19, Animal Político, Vice México, Horizontal y Amnistía Internacional, han propuesto una agenda de discusión inmediata sobre medidas urgentes para la protección a periodistas.

Movidos por el asesinato de Javier Valdez y en aras de reforzar la solidaridad del gremio, proponen 6 elementos como punto de partida de la discusión:

1. Corrupción y/o ineficiencia de instancias locales de procuración y administración de justicia.

2. Inoperancia de mecanismos nacionales de seguridad para periodistas.

3. Publicidad oficial excesiva y opaca. Falta de recursos económicos, operativos y de seguridad de organizaciones sociales de protección a periodistas.

4. Autocensura de medios locales como reacción a la violencia.

5. Informalidad y desprotección laboral de periodistas.

6. Falta de involucramiento de dueños y cuerpos directivos de medios de comunicación.

Cada uno de estos elementos será abordado en una mesa de discusión, para las que ya existen preguntas detonadoras: ¿Cómo construir un sistema de mapeo de riesgo eficaz, colaborativo y de acceso público? ¿Cómo garantizamos que la consecuencia de una agresión no sea el silencio, sino la multiplicación de la información? ¿Cómo favorecer el surgimiento de organizaciones locales de protección a periodistas? ¿Qué responsabilidad tienen los dueños y directores de los medios? ¿Qué deben hacer las instituciones de seguridad pública para desincentivar el asesinato de periodistas, tanto en términos tácticos como de comunicación? ¿Qué representa socialmente la violencia contra periodistas?

Este esfuerzo constituye el principal corpus que existe actualmente para iniciar el vital debate de forma sustancial. Sería fundamental que la solidaridad y diálogo se repliquen por toda la república para que esta coyuntura se traduzca en conciencia, agenda y acciones concretas.

El debilitamiento del periodismo crítico es una daga que se hunde en la sociedad entera, sobre todo ante el espejismo de las redes sociales como supuesto sustituto de la labor periodística profesional. Nada más falso. Hoy más que nunca requerimos información verificada para formar criterio, y sobre todo, la linterna periodística para echar luz sobre las acciones de los poderosos, haciéndolos responder ante sus actos.

Javier Valdez, en uno de sus últimos tuits (recogido por el portal Sin Embargo), escribió: “Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio”. El silencio del periodismo es el paraíso de la corrupción, la impunidad y el abuso de poder. De ahí que el Washington Post haya acertado en la definición de su nuevo lema, inspirado por los tiempos que corren: “La democracia muere en la oscuridad”. No dejemos que este país se nos oscurezca más.

(Puedes consultar la agenda VIOLENCIA CONTRA LA PRENSA en esta liga: http://horizontal.mx/violencia-contra-la-prensa/)

#HojadeRuta: “72 años de V-E Day: Reflexiones para el mundo”

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¿Qué tan lejos está la guerra, el estruendo de la bomba, la quietud de cuerpos muertos? ¿Cuántas películas, libros y documentales después que nos acercan al gas letal y las playas de marea roja?

Esta semana se cumplieron 72 años de la rendición de la Alemania Nazi, el día 8 de mayo, conocido como el Día V-E, o de la victoria en Europa. La máxima guerra que ha conocido la humanidad: en muertes, en costo, en producción, en extensión, en romper la historia.

Las muertes derivadas del conflicto se estiman entre 50 y 85 millones de personas. Nunca habrá de saberse de cierto. Recuerdo que en la adolescencia solía pensar que era demasiado el material sobre la segunda guerra: de Casablanca al Soldado Ryan, las historias parecían inagotables. Pasa el tiempo y las ideas sobre uno y empieza a comprender cosas como la paradoja del máximo conocimiento y proezas técnicas del ser humano puestas al servicio de su propia destrucción. El odio ciego, inconmensurable que existe detrás de una creencia como la supremacía racial.

Caminé en silencio las playas de Normandía donde quedan como piezas arqueológicas los bunkers de batería anti aérea alemana que resistieron el desembarque aliado (la mayor operación marítima jamás intentada) como caparazones secos que no reciben más que el rumor de las olas.




Vi los gigantescos muelles flotantes donde fueron colocadas tropas, tanques, armas y vehículos; mismos que hoy están encallados a unos metros de la playa, como esqueletos de bestias innombrables. Alguna vez escuché los solemnes lamentos desde el anillo roto que conmemora los 900 días y 900 noches del cerco de Leningrado, donde las fuerzas nazis aprisionaron a una ciudad entera por casi tres años que en medio del frío más crudo sufrieron de hambre y la violencia a escalas casi imposibles de imaginar.

Decía el gran Eric Hobsbawm -considerado por muchos como el más sabio historiador del siglo XX- que hay un grave riesgo en perder la conexión con el pasado público: ese que está compuesto por los sucesos que moldearon la realidad que hoy nos toca transitar, pues al vivir en una suerte de presente perpetuo, se corre el grave riesgo de olvidar las duras lecciones, incluso banalizarlas y caer en el mayor riesgo posible: el de creer desterrados los males y sombras que dieron pie al nefasto episodio.

Hoy que la ultra derecha despide tufos fascistas y avanza en distintas partes del globo; hoy que se acusa a una religión de ser inspiración y causa de terrorismo; hoy que el racismo y xenofobia muestran que estuvieron guardados por largo tiempo y vuelven como Pedro Páramo, siendo rencores vivos; hoy es de vital importancia comprender que múltiples riesgos acechan, y que solo pueden ser contrarrestados con fuertes dosis de humanismo, tanto en las ideas, como en la realidad de los millones y millones que viven en precariedad, o que sienten perdida la bonanza que alguna vez conocieron.

Decía Asimov que la única guerra que la humanidad puede permitirse es aquella contra su propia extinción, por lo que hoy habrá que luchar contra el hambre, la injusticia, la violencia, la intolerancia, el racismo, la desigualdad, la miseria, la discriminación. Ahí está la batalla que nos toca.




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#HojadeRuta: “Los Temas Presidenciables”

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A poco más de un año de distancia, merece la pena preguntarse de qué se va a tratar la elección presidencial. La guerra sucia ya se hizo presente y no hará más que intensificarse conforme pasen los meses, pero la agenda y las narrativas siguen definiéndose. Algunas ideas de agenda:

1. Pobreza y desigualdad.

De acuerdo al último reporte de CONEVAL, la pobreza subió de 45.5% a 46.5% de 2012 a 2014 en el país, lo que significa un aumento de más de dos millones de personas en esa condición y el mantenimiento de condiciones precarias de vida en básicamente la mitad de la población. Más allá de discursos, la sensación del bolsillo pesará en la decisión de muchísimos votantes. Esto necesariamente llevará a cuestionar el modelo económico que ha imperado por las últimas tres décadas y a plantear alternativas.




2. Inseguridad.

Una de las estrategias iniciales de la presidencia de EPN en el rubro de seguridad fue quitar el tema del centro de la agenda nacional, lo cual marcó una clara diferencia con la administración Calderón. La narrativa de muerte y destrucción fue sustituida por el triunfalismo reformista, y funcionó por un tiempo considerable.

Sin embargo, la obstinada realidad se encargó de echar por tierra la supuesta bonanza que vendría con las reformas y desnudó que el monstruo de la violencia jamás se fue, aunque no se hablara de él. Casos brutales como el asesinato ocurrido hace unos días en la carretera México-Puebla y la psicosis que impera en la ciudad fronteriza de Reynosa son prueba de ello. El enfoque de enfrentar la inseguridad con una estrategia de fuerza pública seguramente será seriamente cuestionado.

3. Combate a la corrupción.

Ante el agudo desprestigio del Presidente Peña, los escándalos simbólicos apilados (desde la “casa blanca” hasta OHL, pasando por Duarte) y la creación del Sistema Nacional Anticorrupción que podría terminar en una simulación (o cuando menos, con dientes mucho menos afilados de lo que se esperaba), la promesa de combate “real” a la corrupción. La autoridad federal ya ha comenzado su campaña de “castigo” a diversos personajes señalados y la oposición fustigará al oficialismo por las fuertes sospechas de encubrimiento y tardía reacción en casos flagrantes.




4. Política Exterior.

El fenómeno Trump sacudió al globo entero, pero ha tenido particular impacto en México. El país y sus migrantes fueron uno de los principales “villanos” que el hábil magnate sin escrúpulos construyó en el imaginario de su electorado. La timorata y torpe respuesta de la administración Peña a las agresiones del hoy presidente norteamericano desde que era candidato, y la sensación de amenaza latente que representa, configuran un factor de especial relevancia para la elección presidencial ¿quién tiene el liderazgo para hacerle frente? ¿Con qué ideas y propuestas lo hará? ¿Se tenderán puentes con otros países para reconfigurar la estrategia geopolítica y comercial del país?

Estos son algunos de los temas que hasta ahora parece serán de los más relevantes. Pronto abordaremos las narrativas de los probables candidatos y fuerzas políticas, pues cada uno partirá de condiciones muy particulares en la lucha por convencer a la ciudadanía.

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#HojadeRuta: “Entre la República y la pared”

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La elección francesa resulta de altísima relevancia para el globo entero. Tras la primera vuelta, el candidato de centro-izquierda Emmanuel Macron y la candidata de extrema derecha Marine Le Pen se medirán en las urnas nuevamente el próximo 7 de mayo.

Dos fenómenos destacan: la creación de un “frente republicano” y la profunda división que dibujan los resultados electorales de la primera vuelta, en un reflejo que sigue en línea con los fenómenos de populismo, xenofobia y nacionalismos de extrema derecha que se han presentado recientemente en casos como Inglaterra y Estados Unidos.

La idea misma del “Frente Republicano” es fundamental: al llegar a una segunda vuelta, las fuerzas derrotadas negocian su apoyo con alguna de las dos opciones en competencia, comprometiendo agendas concretas y formando lo que se conoce como gobierno de coalición, pero es tal la percepción de amenaza que representa Marine Le Pen para el corazón de Francia, que la mayoría de las fuerzas políticas han manifestado su apoyo a Macron, no porque crean en su liderazgo o proyecto, sino porque consideran que es un momento de emergencia, un deber republicano evitar una victoria del Frente Nacional.

Este escenario ya se había presentado en 2002, cuando Jean-Marie Le Pen (padre de Marine) llegó a la segunda vuelta contra el conservador Jacques Chirac. En aquél momento el sistema político en su conjunto se unió creando un frente común que resultó en una victoria de Chirac con 82%. Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces, y así lo revelan los resultados de estas elecciones: por primera vez desde la posguerra, ninguno de los dos partidos principales de Francia (Socialistas y Republicanos) lograron colocar un candidato en la segunda vuelta, lo que habla de una sacudida considerable al establishment y un sentimiento generalizado de decepción y búsqueda de cambio, aunque se exprese de muy distinta manera.




En su análisis, el diario británico The Guardian calificó los resultados electorales como “un golpe de realidad”, al mostrar lo profundamente fracturado que se encuentra el país: el Frente Nacional ganando importantes franjas de las zonas desindustrializadas del norte, el este y el sur; mientras que Macron ganó el oeste.

Tal como sucedió en la elección de Trump, la opción de extrema derecha encontró mayor fortaleza en poblaciones pequeñas y zonas rurales, mientras que Macron tuvo éxito en las ciudades cosmopolitas. Además, apunta el rotativo, Le Pen ganó 9 de los 10 departamentos con las tasas más altas de desempleo, mientras que Macron tuvo gran fortaleza en París.

Preocupante fragilidad no solo para el sistema político francés, sino para los valores que le sustentan. La idea de fuerzas políticas coincidiendo que hay un bien mayor en la idea del salvamento de la República es algo poco común y de enorme valor, aunque también puede verse desde la óptica de las élites salvaguardando la estabilidad del sistema, desde la teoría del gremio.

Preocupante fragilidad, porque los sentimientos de abandono, coraje, racismo y división van creciendo envueltos en el nocivo nacionalismo que enarbola Le Pen.

En el fondo del debate encontramos que el mundo-sistema del capitalismo global deja decepción, desesperación y ultimadamente un sentimiento de abandono, de pérdida de privilegios. La paradoja es que ante la falta de alternativas políticas (que son, a fin de cuentas, visiones del mundo) la extrema derecha se nutra de la precarización y coraje de las clases trabajadoras que sienten el suelo resquebrajarse bajo sus pies, y culpan primero al mísero migrante o la supuesta amenaza a su identidad que a la hiriente concentración de la riqueza y desigualdades que por décadas han venido expandiéndose.




Aunque la lógica indica que Le Pen será derrotada, la realidad es que su movimiento ha ganado terreno, y mucho. Francia es una alarma más para el mundo entero, pues perversas ideas que se creían desterradas, comienzan a abandonar las tinieblas donde por largo tiempo se ocultaron.

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#HojadeRuta: La república de la sospecha

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En corredores y a calle abierta; en las bocinas de los teléfonos y cada letra digital e impresa; entre las mesas y el tintinear de tazas, están los murmullos. “Renunció porque según quería dedicarse a x, pero realmente quiere y”; “se le ve demacrado, dicen que está enfermo y por eso mintieron del motivo de su operación”; “ya sabían dónde estaba. Lo agarraron ahorita porque vienen elecciones y porque ya negoció que no toquen a los suyos”.

Corría septiembre de 2004 cuando el entonces titular de la SEGOB, Santiago Creel, hizo su contribución más duradera a la política nacional al invitar a “dejar atrás la cultura del sospechosismo”. Aunque la academia se ha resistido a abrir los brazos del diccionario al peculiar término, la realidad es que a las y los mexicanos nos hizo perfecto sentido su existencia.

Si la cultura se define como el conjunto de modos de vida y costumbres, por supuesto que en este país existe tal cosa como la cultura del sospechosismo. Quizá sea un sinónimo informal de “desconfianza”, pero que conlleva una carga política muy particular: la idea de que en lo público no puede creerse.

Las traiciones políticas son tan viejas como las dagas que los senadores le clavaron a Julio César, pero en México la cosa va más allá: en un país donde el 70% de la gente dice que no se puede confiar en los demás, la desconfianza se ha vuelto parte del sistema. Y ese es un problema grave.

Ya en otras ocasiones hemos mencionado que el maestro Zygmunt Bauman definió la actual crisis global de la democracia como “el colapso de la confianza”. Desde luego que si existe tal nivel de suspicacia entre nosotros es porque no éramos ariscos, nos volvieron. Años de tradición oral, decepción ante la impunidad y amargas experiencias en carne propia, nos han curtido a ser recelosos. Pero aquí viene lo interesante: la desconfianza debería llevar al cuestionamiento, la reflexión y finalmente, al sentido crítico.

Sucede que el efecto es contrario: hoy, de acuerdo al barómetro de confianza de Edelman, que mide a 28 países (incluido México) confiamos más en “una persona como usted” que en oficiales de gobierno, directores de empresas y representantes de organizaciones civiles. Y ahí tenemos una dificultad seria: si nos creemos lo que dice mi amigo(a) de la primaria que no veo hace 20 años pero que me encontré en Facebook y le doy share a su noticia que relata como el líder norcoreano Kim Jong-un detonó 30 bombas nucleares y se ha declarado nuevo emperador del universo.

La duda, decía Borges, es uno de los nombres de la inteligencia. Y lo es, siempre y cuando esa duda no se quede en mero sospechosismo, pues dudar de todo pero creerse a pies juntillas las oleadas de “fake news” nos pone en el peor de lo mundos: el de los que no saben que no saben, y eso, paradójicamente, no lo sospechan.




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Hoja de Ruta: “Riesgo de Ruptura Tiempo-Espacio”

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Pocos lo saben, pero hace poco más de un mes hubo un grave riesgo de fractura en la continuidad tiempo-espacio de la dimensión que habitamos los mexicanos. El escenario: el 88 aniversario del PRI. El orador (y probable disruptor de nuestra curvatura): el presidente EPN. La frase: “la oposición no está lista para ser gobierno”.

Aunque no se ha podido confirmar, existen fuertes rumores de que mientras el mandatario sacaba de su cósmico pecho tan atronadoras palabras, se afectó la gravedad de la sala (se vieron flotar por microsegundos vasos, saleros y chalecos rojos), se presentaron extraños destellos que dibujaron por un instante algo similar a un portal (se presume que a una dimensión paralela donde el INE se mantuvo ciudadanizado) y una inexplicable sensación de deja-vú colectivo entre la multitud de asistentes, donde una fuente que prefirió omitir su nombre dijo haber sentido “como si me hubieran flasheado con el aparatito de Men in Black”.

No conforme con el alto riesgo de fractura temporal provocado por su primera frase, el líder del partidazo continuó: “Hoy nuevamente hay riesgos de retroceso. Al igual que hace seis años, están resurgiendo las amenazas que representan la parálisis de la derecha o el salto al vacío de la izquierda demagógica”.

Para ese momento, entre el público y el presidium hubo una momentánea visión de criaturas que solo podrían ser equiparadas al horror cósmico de H.P. Lovecraft: colores que venían del espacio exterior, monstruos de tentáculos inmensos y ojos infinitos flotando entre el caos estelar. Trascendió que uno de los asistentes subió un video a YouTube que daba fe de los increíbles sucesos.

Lamentablemente, el video fue bajado apenas minutos después desde un servidor asociado al CISEN. El investigador Jaime Maussan señaló que jamás había visto un riesgo tan alto de provocar una fractura temporal y un desastre entre los multi-versos.

Según el experto en fenómenos paranormales, el episodio habría sido provocado por la paradoja creada por un presidente emanado del PRI diciendo en el presente lo que sus predecesores sostuvieron por décadas, generando una suerte de paradoja cósmica. Denunció también que el estado mayor presidencial entregó las pocas pruebas existentes a la NASA ante el interés del presidente Trump de conocer otras realidades donde sus declaraciones sean ciertas.

Todavía anoche se vio a personal del Instituto de Astronomía de la UNAM en la sede nacional del PRI revisando detectores de partículas con la esperanza de encontrar evidencias de la discrepancia. Un connotado científico que pidió omitir su identidad advirtió a la población mexicana mantenerse alerta ante la posibilidad de nuevos episodios: “podríamos, sin siquiera darnos cuenta, quedar atrapados en un bucle temporal, llegando a olvidar incluso que alguna vez tuvimos alternancia y que la transición a la democracia, aunque fracasada, se intentó”.




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Hoja de Ruta: “¿Cómo se enamora uno de su lengua natural?”

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Para un Latinoamericano, no es cosa fácil. La lengua común arrastra consigo cinco siglos de andares, muchas veces sombríos, otras tantas brillantes. Lengua cargada de hierro, fuego, sangre, crucifijos, piedras rotas debajo de nuevos muros. Lengua que rompió, mezcló, reinventó muchas veces de forma inesperada, como suceden algunos accidentes que en ocasiones se convierten en milagros.

Lengua que cruzó el Atlántico y chocó con arrecifes del Caribe; que sintió la humedad del trópico y el calor del norte; que se perdió y reencontró en las selvas del sur; que respiró vida nueva en el valle de Anáhuac. Hace mucho tiempo que el castellano no es de Castilla ni el español de España. Ya es un hilo peculiar que une múltiples pueblos.

Es mi intención reconocer a uno de los grandes culpables de mi romance interminable con el idioma: Miguel Hernández, el poeta de Orihuela que el pasado 28 de marzo cumplió 75 años de haber expirado en una prisión alicantina. Tenía apenas 31 años. En su breve tiempo fue pastor de cabras, literato autodidacta, poeta, amigo, dramaturgo, soldado, militante, esposo, padre, prisionero.

En 1936, con apenas 26 años a cuestas, se enlista en el bando republicano y combate en la guerra civil española, hecho que marcará su poesía y sellará su destino al resultar triunfador el totalitarismo de Franco. Hernández sería condenado a pena capital, que finalmente le fue conmutada por treinta años de prisión.




Su poesía tocará el romance (“Alba que das a mis noches un resplandor rojo y blanco. Boca poblada de bocas: pájaro lleno de pájaros”), el dolor de la pérdida (“No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida”) y el amor a la familia mezclado con el sentido de lucha (“Es preciso matar para seguir viviendo. Un día iré a la sombra de tu pelo lejano…Para el hijo será la paz que estoy forjando. Y al fin en un océano de irremediables huesos, tu corazón y el mío naufragarán, quedando una mujer y un hombre gastados por los besos”).

La mazmorra arrebata a Miguel la libertad, pero no las palabras (¿Se puede realmente encerrar a un poeta?). Es ahí desde donde compone sus famosas “Nanas de la cebolla” tras recibir una carta de su esposa, Josefina Manresa, donde le contaba que su hijo y ella no tenían otra cosa que comer más que pan y cebolla: “En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre…Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca”.

Yo conocí, como muchos, a Miguel Hernández a través de Joan Manuel Serrat, quien le ha rendido homenaje a través de dos placas separadas por casi 40 años: “Miguel Hernández” (1972) e “Hijo de la luz y de la sombra” (2010). Ambas son un deleite literario y musical donde se palpa la interminable vitalidad de la obra del poeta.




La trascendencia de Miguel Hernández, aventuro a pensar, no reside solo en la belleza de su genio, sino en su conjunción directa con la vida: crecer junto al Mediterráneo y sus palmeras; aferrarse a las letras; tejer amistades entrañables; enamorarse; apropiarse de una guerra y perderla; ser padre y arrancado de la familia; vivir el claustro del enemigo y la amargura de las ideas derrotadas.

Vivir. Cuentan que cuando finalmente lo consumió la tuberculosis en aquella madrugada del 28 de marzo de 1942, fue imposible cerrarle los ojos. Quizá porque sabía, como lo dijo en su “Canción última”, que “el odio se amortigua detrás de la ventana. Será la garra suave. Dejadme la esperanza.”

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Hoja de Ruta: “¿De dónde viene la innovación?”

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La narrativa dominante del desarrollo económico está centrada en el concepto de emprendedurismo, que en tiempos recientes ha recibido el apellido “social” para describir aquellos modelos de negocio que buscan generar rentas y, al mismo tiempo, impacto positivo en la sociedad. Esto ha venido fortaleciendo la idea de que el emprendedor es una fuerza natural que debiera ser apoyada, dejándole ser y hacer para que cree nuevo valor y riqueza.

En este proceso, el individuo con ideas e iniciativa se vuelve la materia prima del desarrollo, y el estado ─lo público─ suele vérsele como un estorbo o, cuando mucho, un trampolín  que debe financiar las grandes ideas de las y los genios de cochera.

En el santoral del emprendedurismo están figuras como Steve Jobs y Mark Zuckerberg, quienes sin más que su brillantez e inquebrantable voluntad, generaron invenciones que han transformado al mundo. Esto es cierto a medias, o como sucede con personajes de alto calado, el mito se entrelaza con la realidad.

La inteligencia y tenacidad de estas y otras figuras no es la cuestión, sino la “individualidad” de sus logros ¿de dónde han provenido muchos de los grandes descubrimientos y tecnologías que en el último siglo han cambiado al mundo? En gran medida, de los fondos públicos.

La razón es sencilla y hasta pudiese sonar paradójica: los gobiernos están dispuestos a asumir riesgos mucho mayores que los inversionistas privados, su paciencia es extensa y en muchos de los casos saben que lo invertido irá a fondo perdido, porque su razón de ser no es generar rentas, sino generar ventajas estratégicas.

Un ejemplo de lo anterior es DARPA, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de EEUU, que fue creada por Dwight Eisenhower en 1958 tras el lanzamiento del primer satélite de la historia por la Unión Soviética, el Sputnik 1.




DARPA ha producido algunos de los avances tecnológicos que se convirtieron en base de las tecnologías que definen nuestra era: inventó el Internet; tuvo influencia en la creación de la interfaz que sería la base de Windows; desarrolló la tecnología que sería la base de Google Maps; financió el asistente de voz Siri (una compañía independiente que después fue comprada por Apple) y desarrolló el sistema de navegación NAVSAT que eventualmente se volvería el GPS, por mencionar algunos.

Mariana Mazzucato en un artículo para Slate señala que “Aunque EEUU se nos ha vendido como el modelo del progreso a través de la empresa privada, su innovación se ha beneficiado de un estado muy intervencionista”, agregando que el Instituto Nacional de Salud gasta $30 billones de dólares al año (o gastaba, antes del presupuesto anti-ciencia de Trump) en investigación farmacéutica y biotecnológica que es responsable del 75% de los medicamentos innovadores cada año.

La paradoja es interesante: el emprendedurismo que tiene como mantra el logro individual, debe en gran medida sus proezas a las bases construidas por investigación financiada públicamente. Si los gobiernos están dispuestos a tomar altos riesgos, esperar largo tiempo y ejercer cuantiosos recursos para generar las innovaciones que cambian la historia, habrá que tener cuidado con el mito individualista que busca desmantelar al estado.

Por el contrario, apostar por un modelo de impulso a la innovación desde lo público que se complemente con un fuerte apoyo a la investigación académica y alianzas con la iniciativa privada, puede convertirse en una de las ventajas estratégicas de un nuevo modelo nacional de desarrollo.




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Hoja de Ruta: “La democracia muere en la oscuridad”

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La democracia muere en la oscuridad” es el eslogan que recién estrenó el Washington Post y que ahora aparece debajo de su nombre en sus ediciones digital e impresa. Esto vino a mi atención hace unos días por un artículo publicado en Vanity Fair titulado “El oscuro nuevo lema del Washington Post es pura genialidad de branding”.

James Warren, periodista autor del mencionado artículo, argumenta que la frase podría verse como una prédica arrogante para la autoestima de la industria en un momento de incertidumbre, ataques y desinformación, salvo por un pequeño detalle: funciona. “Pudiera ser una pincelada maestra cuando se trata de branding. Una frase directa y breve que captura el propósito”.

Obviamente se trata de la democracia… pone la vara muy alta para el periódico, especialmente en un mundo cada vez más lleno de engaños y comentarios que se hacen pasar por “reporteo”. Lo interesante es que la frase no solo busca vender, o mejor dicho, busca vender de la mejor forma posible: haciendo clara y atractiva su promesa central, que en este caso es la búsqueda de la verdad. Aunque es preciso darle un apellido para que cobre sentido: la verdad pública, aquella que todos tenemos derecho a conocer y que debemos conocer como un deber cívico.

Echar luz sobre la verdad es la esencia misma del periodismo, pero una verdad que debe tener propósitos claros: acotar al poder, denunciar su abuso y formar criterio en el público. Cuando eso sucede el periodismo contribuye no solo a salvaguardar la democracia, sino a llenarla de contenido.

La contundente frase “La democracia muere en la oscuridad” no solo resalta la razón del ser del oficio, sino que recuerda un principio fundamental: las libertades políticas, los derechos humanos, la democracia misma nunca son regalados, y una vez que se tienen, deben fortalecerse y nunca darse por sentados. Con mayor razón en un país como el nuestro donde las cosas existen a medias o por pedazos, donde a veces la simulación impera y en entre las sombras de la trastienda sigue reinando la mezquindad.




Hoy, que el azote de los populismos nacionalistas de la derecha avanzan en distintas partes del globo; hoy que Steve Bannon, el principal asesor de Trump considera que los medios “deberían mantener la boca cerrada” y son “el partido de oposición”; hoy que en Nuevo León se recomienda fumigar a los periodistas (medida reservada para plagas y pestes); hoy que la desinformación impera y tiene mayor credibilidad el vecino o el compañero de trabajo que un vocero oficial, la verdad pública es uno de los mayores remedios contra el avance del autoritarismo.

En estos tiempos de nubarrones, habrá que mantener muy cerca del pecho las palabras de Alfonso Reyes: “Defended, contra las nuevas barbaries, la libertad del espíritu y el derecho a las insobornables disciplinas de la verdad
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