La Taquería

El hambre duele

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Hace muchos años cuando yo era niño, tenía poco más de 7 años, mi papá me dejo sin comer todo un día. No por estar castigado sino por alguna otra razón; motivo que no entendí, y que hoy valoro y agradezco.

“La empatía nace a raíz del sentimiento encarnado en uno, del dolor de los demás”, me decía mi abuelo en cada oportunidad.

“La empatía nace a raíz del sentimiento encarnado en uno, del dolor de los demás” me decía mi abuelo en cada oportunidad. Al final del día yo me sentía muy mal, el hambre me tenía mareado y con miedo. Fui a la casa del capataz del rancho de mi abuelo, donde estábamos y comí en la casa de Pepe, el encargado, tlacuache asado, para mí fue un manjar que agradecí enormemente.

Años después en mi vida, me sacaron del colegio con todas las comodidades; y repentinamente me enviaron a una escuela de gobierno que mi abuelo auspiciaba anónimamente, y me hicieron cursar ahí quinto y sexto de primaria. Padecimos enormes fríos y calores, en época de frío si mis compañeros no tenían chamarra a mi me mandaban igual en camisa.

Al comprender y vivir en carne propia este amargo sentimiento de la necesidad extrema de sentir hambre, frío o calor en exceso, mi vida cambió. Y ahora cuando escucho cifras mexicanas sobre los más de 80 millones de pobres extremos, cuando leo sobre de la inhumana manera de robar y de saquear este país por parte de los mismos cómplices de siempre —las mismas culebras nomás cambiando zurrón— pienso: ¿cómo es posible que la misma sociedad, que somos 120 millones de víctimas contra unos cuantos millones de políticos y ladrones, NO PUEDA TOMAR lo que le pertenece?; NI SIQUIERA reclamar o señalar desde la comodidad de nuestra computadora y a través de las redes sociales, de seguir esta tendencia criminal por parte del gobierno y este silencio absoluto por parte nuestra. Dentro de muy poco seremos nuevamente tratados como esclavos y los políticos como virreyes, si no es que ya lo somos.

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